Fijar mi propia temperatura
En cada habitación en la que entro, llevo conmigo una verdad innegable: soy un termostato, no un termómetro. No se trata sólo de los espacios que ocupo; se trata de la energía que aporto y de los límites que mantengo. Los termómetros cambian en función del entorno. Reaccionan, fluctúan y muestran las temperaturas fijadas por las condiciones externas. Pero yo no. Yo soy un termostato. Yo establezco la temperatura. Esta distinción es crucial porque simboliza cómo interactúo con el mundo que me rodea. No me limito a responder a las energías; defino las mías propias. Fijar mi propia temperatura significa que establezco mi estado de ánimo, mi actitud y cómo elijo responder a lo que la vida me depara. Significa que no importa el caos, la negatividad o el estrés que intenten invadir mi espacio, yo permanezco firme. Yo decido cómo me siento y cómo vivo. Este enfoque ha transformado mi forma de afrontar los retos e interactuar con los demás. Ser un termostato requiere conciencia e intencionalidad. Implica reconocer cuándo las influencias externas intentan colarse y tener la fuerza para no dejar que dirijan mis emociones o decisiones. Se trata de ser proactivo, no reactivo.
A continuación te explicamos cómo ser un termostato en tu propia vida:
1. Reconoce tu poder: Comprende que tienes la capacidad de controlar tus reacciones. Tú estás a cargo de tu clima emocional.
2. Establece tus límites: Define claramente lo que es aceptable en tu vida personal y profesional. No permitas que situaciones externas traspasen estos límites.
3. Mantenga la temperatura: Controla tu estado emocional y mental. Ajusta tus parámetros siempre que te veas reaccionando a las energías de los demás. Recuerda que ser un termostato no consiste en imponer tu voluntad a los demás; se trata de soberanía personal y autonomía emocional. Es un compromiso con la autorregulación y la resiliencia. Al asumir mi papel de termostato, he encontrado una profunda sensación de paz y empoderamiento. Te animo a que descubras este poder en ti mismo. Establece tu temperatura, mantenla y observa cómo transforma las habitaciones en las que entras, literal y metafóricamente.
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